Por Raúl Gorrín.- Hay un
dicho popular que dice que la esperanza es lo único que no se
pierde; sin embargo la vemos como un sentimiento, un valor
o un estado de ánimo, lo
cierto es que esta directamente asociada a las emociones positivas; es además
esa sensación que a veces percibimos de que se está esperando que ocurra algo
bueno en un momento dado.
Los seres humanos en muchos
momentos de la vida necesitamos un tipo de motivación o de aliento que en
ciertas oportunidades viene dado por
nosotros mismos, y es a través de tener esperanzas sobre una determinada
acción o evento en la que se está emprendiendo un camino con el fin de lograr
los objetivos propuestos:
es decir estamos esperanzados.
Desde el punto de vista de
la psicología positiva sí sentimos esperanza sobre algo, quiere decir
que tenemos confianza para saber que
las cosas van a salir bien; este enfoque positivista nos explica que la
esperanza es la motivación que podemos tener para poder establecer bases sobre un
futuro, bien sea cercano o lejano, queriendo mejorar algo para así poder
sentirnos bien con nosotros mismos; esta situación es posible con actitudes
optimistas y emociones positivas.
Aunque parece un tema
complejo, a mi parecer me resulta sencillo entenderlo y explicarlo, porque
muchas veces cuando estamos pasando por un mal momento, sea cual sea el ámbito,
puede ser en la salud, en el amor, en el aspecto laboral
o profesional, o cualquier otro, solemos aferrarnos a una
esperanza motivada hacia tener fe en que algo va a salir bien o que las cosas
mejorarán; la esperanza es un recurso que ayuda a salir de una situación
complicada y así no caer en depresión. Esa confianza es
un estímulo donde se incrementa la perseverancia y la fuerza para seguir
luchando por lo que de verdad queremos.
La
esperanza se puede ver como un estado de ánimo favorable para que
salgamos a flote en muchas circunstancias desfavorecedoras por las que podemos
estar pasando, permitiendo así poder resolver los problemas satisfactoriamente.
Es como un escudo, una protección, una emoción que nos da fortaleza y madurez
emocional. Es un rasgo de
personalidad, una fortaleza para conseguir que nos adaptemos de una forma
saludable a nuestra propia vida, teniendo como propósito buscar nuestra felicidad.
Algunos
estudios revelan que las personas con más esperanza tenemos menores índices de
depresión y nos sentimos más satisfechos con la vida. También la investigación
demostró que nos ayuda a manejar el estrés. Un aspecto especialmente
interesante de la esperanza es que se asocia fuertemente con el sentido de la
vida. Las personas que tenemos altos niveles de esperanza tendemos a conectarnos
mejor con los demás, porque nos interesan no sólo nuestras propias metas, sino
las de las otras personas; y somos más capaces de considerar diferentes
perspectivas o puntos de vista.
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