En el
mundo actual en el que todo se mueve vertiginosamente y en el que la sociedad
gracias al ímpetu de las comunicaciones es más abierta, multicultural y
multiétnica y, por tanto, permeable y vulnerable a las cosas non sanctas que
pueden colarse, es preciso fijar pautas de conducta e incorporar a nuestras
vidas, pero también a nuestras organizaciones (negocios, empresas o
emprendimientos) una dimensión ética.
Los
problemas de la vida en esta época no se resuelven únicamente desde el punto de
vista tecno-científico, sino que requieren de reflexión y un enfoque
ético-moral.
Y es que
estos dos aspectos, la moral y la ética, tienen un punto de intersección en las
organizaciones que es preciso atender. La responsabilidad social es
fundamental, esa que apunta al bien común, más allá del individuo. Si la sociedad
está bien, si la familia está bien, nosotros estaremos bien y nuestras
organizaciones también lo estarán.
Los
escándalos de que ha sido testigo el mundo en otras épocas obligan a la
sociedad de la actualidad a fijar la mirada en la ética y la moral. Es así como
surge el concepto de ética empresarial, la necesidad hacer negocios enmarcados
dentro de la moral y la ética, que derivan en lo que hoy día se conoce como
Responsabilidad Social Empresarial.
La ética
empresarial es imperiosa en estos tiempos, así lo exige la sociedad. Sólo
mantener los principios garantizará la perdurabilidad en el tiempo.
Por tanto
el nuevo concepto del éxito lleva implícito el componente ético-moral de las
empresas, el cual debe ser parte de la visión y misión de las mismas.
Es
impensable ahora circunscribir el éxito únicamente al beneficio económico como
en siglos pasados. La sociedad de la que surgen las necesidades que dan origen
a las empresas exige a estas un comportamiento que responda al interés común
bajo parámetros ético-morales.
Por tanto,
esa misma sociedad que dio vida a una empresa demandará en caso de cualquier
transgresión. Es la sociedad la que impone esa responsabilidad social
empresarial de la que hablamos antes.
En el
mundo actual en el que todo se mueve vertiginosamente y en el que la sociedad
gracias al ímpetu de las comunicaciones es más abierta, multicultural y
multiétnica y, por tanto, permeable y vulnerable a las cosas non sanctas que
pueden colarse, es preciso fijar pautas de conducta e incorporar a nuestras
vidas, pero también a nuestras organizaciones (negocios, empresas o
emprendimientos) una dimensión ética.
Los
problemas de la vida en esta época no se resuelven únicamente desde el punto de
vista tecno-científico, sino que requieren de reflexión y un enfoque
ético-moral.
Y es que
estos dos aspectos, la moral y la ética, tienen un punto de intersección en las
organizaciones que es preciso atender. La responsabilidad social es
fundamental, esa que apunta al bien común, más allá del individuo. Si la sociedad
está bien, si la familia está bien, nosotros estaremos bien y nuestras
organizaciones también lo estarán.
Los
escándalos de que ha sido testigo el mundo en otras épocas obligan a la
sociedad de la actualidad a fijar la mirada en la ética y la moral. Es así como
surge el concepto de ética empresarial, la necesidad hacer negocios enmarcados
dentro de la moral y la ética, que derivan en lo que hoy día se conoce como
Responsabilidad Social Empresarial.
La ética
empresarial es imperiosa en estos tiempos, así lo exige la sociedad. Sólo
mantener los principios garantizará la perdurabilidad en el tiempo.
Por tanto
el nuevo concepto del éxito lleva implícito el componente ético-moral de las
empresas, el cual debe ser parte de la visión y misión de las mismas.
Es
impensable ahora circunscribir el éxito únicamente al beneficio económico como
en siglos pasados. La sociedad de la que surgen las necesidades que dan origen
a las empresas exige a estas un comportamiento que responda al interés común
bajo parámetros ético-morales.
Por tanto,
esa misma sociedad que dio vida a una empresa demandará en caso de cualquier
transgresión. Es la sociedad la que impone esa responsabilidad social
empresarial de la que hablamos antes.
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